Por: Felipe Allende
Simplemente se me hace imposible en este espacio describir o simplificar lo que me han hecho sentir las películas que he visto del gran Clint Eastwood, ya que estas se han transformado con el tiempo en poderosas armas de reflexión personal y profunda admiración.
La manera en la cual nos lleva a esos pequeños mundos arrasados por los males sociales, describiendo los detalles, amplificando los deseos, construyendo una escalera al cielo que al parecer en cualquier momento se vendrá abajo si el protagonista falla o se desvía sólo un poco. Es que nada está al azar en sus películas, todo tiene un lugar específico y coherente para el desarrollo de la trama, todo responde a una situación y alcanza niveles de maestría en la filmación, donde el señor Eastwood se desenvuelve a la perfección, en cada plano, en cada toma, en cada escena nos dice algo que vale la pena ver y entender.
En sus propias palabras, se lo debe al gran maestro del cine, el italiano Sergio Leone que lo dirigió en la trilogía del dólar, donde Eastwood aprendió todo lo que debía de un grande. En donde queda más claro este aprendizaje es en una de las obras maestras de este genial director que no puede quedar ajeno a este comentario y recomendar absolutamente como una clase de dirección, se trata de la película Unforgiven (Imperdonable, 1992) ganadora entre otros premios del Oscar a la mejor película y al mejor director. Cuando ya nadie se atrevía a hacer western, Eastwood aparece rompiendo cánones con una historia profunda de orgullo, valores, cambio de vida que ante situaciones extremas se cuestiona todo lo que teníamos pensado de nosotros mismos. Un tributo a Sergio Leone, y un homenaje al buen cine, que terminó de consagrar a Genne Hackman como uno de los grandes actores de la historia, ganando el Oscar a mejor actor.
En mi opinión, para definir a un buen actor, hay unos que saben cómo demostrarte lo que sienten como si fuera tan real y cercano, aunque estuvieras muy ajeno a esa situación particular. Creo que he visto pocas veces interpretaciones tan destacadas como la que lograron en la película del año 2003, Mystic River (Rió Místico), Sean Penn y Tim Robbins que fueron ganadores del Oscar a mejor actor y mejor actor de reparto respectivamente, con escenas memorables como en la que a Jimmy (Sean Penn) le informan del asesinato de su hija y el grito desgarrador de este, pone la piel de gallina. Haciéndome recordar la escena final en El Padrino 3, cuando Michael Corleone (Al Pacino) sostiene a su hija ya muerta de un disparo frente a sus ojos.
Una historia estremecedora que mantiene constante y en aumento la intriga hasta los últimos minutos, donde los hechos parecen explicarse fácilmente, pero siempre nos fueron confusos. Otra genial dirección de Eastwood, con clase y elegancia nos entrega esta genial película, que no ganó “mejor película” sólo porque en frente tenía a la última entrega de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey, lo que para la industria era un regalo a otra gran producción. Una historia intrigante y universal, que destaca valores humanos en constante conflicto. Un regalo tanto para actores, guionistas, directores, pero sobre todo, paraquienes buscan ser remecidos con un film.
Para concluir con mis tres películas favoritas de este genial director… no podía ser de otra forma. La primera: simplemente una obra maestra, que eleva y glorifica el hecho de que un drama se está creando en cualquier parte. Como la consigna en Ratatouille, “no todos pueden cocinar, pero un gran cocinero puede venir de cualquier lugar”. Algo así es lo que me hace pensar esta maravillosa película del año 2004 que fácilmente lleva a las lágrimas y al aplauso voluntario. Million Dollar Baby, la conmovedora historia de Maggie (Hilary Swank) quien ama el boxeo y su encuentro con el veterano y gruñón entrenador Frankie Dunn (Clint Eastwood), quien después de muchos ruegos decide llevarla a ganar su millón de dolares en el circuito amateur de boxeo para mujeres. En esta película el relato en off de Eddie (Morgan Freeman), ex boxeador y amigo cercano de Frankie, pareciera que no interviene en la historia para decirnos qué piensan los protagonistas o adelantarnos alguna acción, si no que avanza como un pensamiento alterno de las emociones que despiertan la pasión, la dedicación, el esfuerzo, hasta cómo la vida en un todo se asemeja al boxeo. Dramática, conmovedora, motivante, estremecedora… se me acaban los adjetivos para definir esta grandiosa e imperdible película, que para mí es la mejor lograda de Clint Eastwood.
Ganadora del Oscar a mejor película, mejor director, mejor actriz (Hilary Swank), mejor actor de reparto (Morgan Freeman). Un viaje al sentimiento y lograr ¿qué cosa?, lo que queremos hacer, como en un ring hay que luchar y romperse los huesos, pero conseguirlo.
Antes de terminar, me veo en la obligación de mencionar otras dos excelentes películas. Los Puentes de Madisson y Gran Torino, que concuerdan al concepto general de Eastwood en una gran dirección para dos historias tan diferentes una de otra: el amor fugaz e intenso al racismo y la vejez.
Estaré esperando ansioso la próxima película de este genial director para conmoverme otra vez y aprender de tal calidad en la filmación. Un grande que no falla, ese es Clint Eastwood.
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